1/2/11

¡Salve a mi perro del fuego!



Los bomberos tuvieron que reanimar con oxígeno a un cocker rescatado de las llamas.


El fuego que el sábado arrasó una vivienda de la calle Torrijiano tuvo una víctima inesperada, que salvó su vida de milagro y que hasta ayer tarde no salió del hospital, aún con secuelas y a la espera de ver cómo afectará a su sistema nervioso el humo que inhaló durante el incendio, hasta que los Bomberos pudieron rescatarlo y darle oxígeno para reanimarlo. Pero esta vez la víctima no es una persona, sino Pepote, uno de los dos perros de raza cocker con los que convive Loli Rubio, que ayer contaba, todavía nerviosa, que sus mascotas son para ella como su familia: “Son mis niños, yo los trato como si lo fueran y ellos se comportan igual”, explicaba esta vecina de 60 años, que se negó a abandonar el edificio hasta que los Bomberos localizaron a Pepote, que se había escondido bajo una cama, muerto de miedo.

Todo ocurrió en un momento, el sábado, cerca de las siete de la tarde. Loli había dejado la ropa secándose al lado del brasero, con la manta de la mesa de camilla levantada. De pronto, cuando estaba en la habitación de enfrente poniéndole el oxígeno a su madre, que tiene 96 años y esa misma tarde había recibido el alta en el hospital, vio las llamas.

“Si es que ha sido culpa mía, si yo sé que eso no se puede hacer, lo he escuchado mil veces...” se martirizaba la mujer, que de inmediato cogió en brazos a su madre y la sentó en el pasillo, para luego ir a buscar cubos de agua para apagar las llamas. El problema es que el fuego se inició junto a una estantería llena de cintas y DVD, cuyas fundas de plástico desprendieron un humo enormemente tóxico al arder.

La propia Loli comenzó a asfixiarse, y cuando llegaron unos vecinos, entre varios sacaron a su madre del piso, un primero del número 17 de la calle Torrijiano, muy cerca de la basílica de la Macarena. Su perra Iris, la madre de Pepote, otra cocker de color canela que a sus 15 años está ya completamente ciega, fue capaz de salir del piso por sí misma. Pero cuando Loli comenzó a buscar, no encontró a Pepote, que aunque también es mayor –tiene 12 años– es un perro ágil y despierto. Asustada, les pidió a los Bomberos, que acababan de llegar con cinco dotaciones contra incendios, que entraran a por él.

“La verdad es que se portaron muy bien, le salvaron la vida”, dice Loli. “Yo misma les dije dónde tenía que estar, porque debajo de la cama de mi madre es donde se mete cuando se asusta, por ejemplo cuando yo le regaño”.

Cuando lograron sacar a la mascota al pasillo, no respiraba. Pero los Bomberos no dudaron en ponerle la mascarilla de oxígeno para reanimarlo, y lo consiguieron. Aún así, fue el peor parado de todos. Loli y su madre sufrieron también complicaciones respiratorias, pero no tan graves, aunque la madre también regresó al hospital porque la vivienda ya no reunía las condiciones necesarias para atender a una enferma: la luz se fue, toda la vivienda olía a humo y estaba llena de hollín, la salita donde comenzó el fuego y el pasillo estaban completamente negros, con las paredes carbonizadas...

Loli, muy apenada por cómo ha quedado el piso en el que ha vivido durante 40 años con su madre y sus mascotas, limpiaba ayer la casa y acondicionaba el salón para colocar las cosas de Pepote, al que recogió a media tarde de la clínica veterinaria en la que ha estado recuperándose. Todavía anda dando tumbos, porque todavía está débil y porque el humo que respiró le ha afectado al sistema nervioso central, y hasta dentro de una semana no se sabrá si le quedarán secuelas, pero Loli está agradecida: nunca se hubiera perdonado abandonar a Pepote en el fuego.

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